lunes, 13 de junio de 2011

"Me divorcio de..."


Pasan los años y cambian las confidencias:
“Me gusta X…”
“Me ha pedido salir X …” (qué graciosa esa expresión que usábamos)
“Me enrollo con X…”
“Salgo con X…”
“Me voy a vivir con X…”
“Tengo un hijo con X…”

Y ahora estoy en la etapa en la que escucho con frecuencia:
“Me divorcio de X…”

Y entonces recuerdas que fuiste a su boda, compartiste con ellos "el día más importante de su vida" (la frase no puede ser ya más ridícula). Y te viene a la cabeza su traje de princesa y su emocionado príncipe azul. Ahora la princesa es la madrastra de Blancanieves y el príncipe el ogro de la casita de chocolate.
A los cuarenta no vale cualquier cosa. A los cuarenta se intenta ser feliz a toda costa. Imagino que es porque ha pasado ya bastante tiempo desde que llegamos al mundo y, generalmente, queda también mucha vida por delante como para condenarse al conformismo diario. Nos paramos a analizar nuesto día a día y nuestro espejo cotidiano no siempre nos devuelve una imagen favorecedora de nosotros mismos y de nuestra vida en pareja. El maquillaje, en estos casos, no sirve de nada.

Hoy me he mirado en el espejo. Tengo ojeras pero brillo en los ojos. Un contraste lleno de esperanza.

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