jueves, 7 de octubre de 2010

¿La amabilidad se caduca?


Hoy hemos tenido la segunda ecografía en la Seguridad Social. El listón estaba muy alto tras el espectáculo visual y emocional que tuvimos hace un par de semanas en la consulta privada.
Una hora y media esperando en la saturada sala. Cuando al fin pasamos dentro, primero llegan dos jovencitas; la menos pipiolilla llevaba la voz cantante, la otra tenía una cara tan aniñada que parecía que acababa de terminar Secundaria.
“¿Qué tal estás? ¿Qué tal el embarazo? ¿Qué tal la amniocentesis? ¿Sabéis lo que es? ¿Es la primera?”, acompañada de sonrisa constante, tono amable y comentarios acerca de lo que veía en la pantalla: “¡Qué saltarina, no para, menudo terremoto!” Yo ya sabía que se estaba moviendo, acababa de decírselo a Él porque en cuanto me he tumbado me ha empezado a dar patadas.
De repente se abre la puerta y llega otra con pinta de más experiencia y cara de seta. Sí, cara de seta, no encuentro otra forma de describirla, la verdad. Ni un esbozo de sonrisa durante toda la exploración. Eso sí, ha comentado escuetamente lo fundamental, lo que en realidad queríamos oír por encima de amabilidades y carantoñas varias: “Está todo bien”. (Vale, guapa, entonces te perdonamos el careto). Al acabar nos ha dejado verLA durante 5 ó 6 segundos (quizá menos) y nos ha dado una única foto, que deben andar mal de tinta. La crisis.
¿Por qué la amabilidad en el trabajo se extingue con los años? ¿Estamos ya muy hartos?

Esperando el informe me he encontrado con un niño que tuve en atención temprana y con su mamá, de la que no guardo precisamente un buen recuerdo (al contrario de la mayoría de madres con las que he trabajado). Me ha parecido un encuentro inoportuno, no era momento para enfrentarme de lleno a la discapacidad de un hijo y, por lo que me ha dicho ÉL (y porque además soy consciente de que no sé disimular mis emociones, aunque me dé rabia reconocerlo), no me he mostrado con la cercanía que me caracteriza cuando nos encontramos otras veces con algún usuario. Al despedirnos, la madre probablemente habrá pensado: “¿Por qué se le ha caducado la amabilidad con el paso de los años?”

Y no sabría qué responder. Sólo sé que llevo unos días triste en el trabajo, saturada, harta de mi jefa, cansada de todo y de todos (incluidos los usuarios) y necesito irme antes de que, definitivamente, pierda la sonrisa para siempre...

....pero yo en el fondo sé que se puede conservar la sonrisa y me niego a jubilar anticipadamente mi amabilidad en el trabajo. Necesito otras piezas del puzzle. Seguiré buscando algo bonito.

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